lunes, 31 de julio de 2017

Semaforo Verde para el básquet

En una semana llena de emociones, Neuquén tuvo muchas virtudes para ganar la edición 83 del Argentino. El talento y la personalidad de los pibes, la experiencia de los más grandes y la consolidación de otros tantos. La mayor victoria es haber convocado 5 mil personas para difundir un deporte que sigue tomando impulso.

Desde Pablo Romero y su cuerpo técnico hasta el último colaborador hubo un rol. Adentro de la cancha pasó lo mismo. ''Obviamente unos tuvieron más minutos que otros y durante el torneo algunos se ganaron el puesto, pero todos fueron parte'', dijo el entrenador.
En ese sentido, los bases respondieron con creces. No solamente porque el Tuti Ruiz fue MVP en la final, sino porque durante todo el torneo el equipo encontró variantes de gol y pase desde la conducción de él y Agustín Pérez Tapia. 
Julián Fedele fue de menor a mayor y terminó-a criterio de quien escribe- como titular indiscutido. Defensa intensa, buena ejecución de lanzamientos y una sangre fría en la línea de libres fundamental para cerrar los partidos.
Carlos Paredes no tuvo el rol anotador que se esperaba. De todas formas generó preocupación en los rivales y eso liberó varias veces a sus compañeros. En la final, cuando Santa Fe amenazó, sacó la cara con dos bombas propias de un crack.
Carlos Sepúlveda mostró una regularidad asombrosa en un torneo de este tipo. Se hizo cargo de pelotas difíciles, en momentos donde se necesitan jugadores de experiencia. En la pintura y desde los 6,75, Charly nunca se borró.
Guillermo Saavedra fue determinante cada vez que estuvo en la cancha. Creció en la fase final con muchos dobles y rebotes. A pesar de las faltas en ataque y las técnicas, fue el único 5 de un equipo que lo aprovechó.
Sebastián Farías también surgió con fuerza en los cruces de mata o muere. Triples, libres y manejo preciso de balón con la simpleza que lo caracteriza. Muy importante.
Mario Sepúlveda no arranco bien pero cerró a lo grande. Fue líder incluso con errores que él mismo se encargó de reconocer. Ser talismán no es una cuestión de suerte, se alimenta con inteligencia en momentos límites. Por eso es el símbolo.
Crhistan Boudet trabajó mucho en la pintura. Contra Mendoza no se la dejó tocar a Ariel Ramos. Hizo un desgaste que pocos ven pero el equipo descansó muchas veces en él y Lautaro Riego. Por varios minutos los pibes de Rojo aguantaron en la pintura contra tipos de más edad y tamaño. Se la bancaron y sumaron sus puntos en ataque.
Francisco González y Santiago Rodríguez fueron líderes espirituales. Pero no solamente mantuvieron arriba el ánimo del plantel, sino que cuando les tocó ingresar convirtieron y defendieron a morir. Ellos fueron punta de lanza para generar algo que trasciende lo táctico, y que en este caso era importantísimo: la empatía con la gente.
Contagiar, tampoco es para cualquiera. Los jugadores que militan en Centro Español lo hicieron y las 5 mil personas que fueron a la cancha fueron un jugador más.

Foto: Matías Subat
Opinión: Facundo Rumene


No hay comentarios:

Publicar un comentario