Cada vez que se lo solicitó, él estuvo. Siempre con predisposición, haciendo lo que se le pedía o más. Una de las muestras más cabales de lo que es la pasión por la camiseta y al mismo tiempo respeto por el rival. Desde el banco, desde la cancha o pitando en los partidos del comercial, nunca cayó en la soberbia fácil y fue ejemplo para varios. Su vida terrenal recién estaba comenzando cuando se cortó abruptamente el sábado por la mañana.
No tenerlo más es doloroso para el ambiente del básquet porque es uno de los tipos que siempre sumó. El hecho de tener el escudo del Club Del Progreso o de Río Negro en el pecho no le nubló la vista, sino que lo enalteció como persona.
Los amigos y la familia lo lloran logicamente, porque se fue un amigo, un hijo, un hermano y en definitiva un buen tipo. Gracias por todo Mauri querido, te vamos a extrañar.
El fin de año viene jodido. Es un momento para aferrarnos más que nunca a la vida y abrazarnos con los nuestros para festejar que todavía estamos acá.
Fotos: Diana Raimondo
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