jueves, 21 de diciembre de 2017

Hasta siempre Ruso

La partida de Franco Schmir no pasa desapercibida, al contrario. Además de sus familiares y amigos, golpeó a todos los que de alguna forma tenemos que ver con el mundo del básquet. Al mismo tiempo, también deja una enseñanza. 

Desde el fallecimiento del Ruso hasta hoy pasó una semana. Ensayé este texto en mi cabeza varias veces, pero seguramente nunca me dejará conforme. El hecho de que sea un pibe y la forma en la que se dio, repentino, como si fuera un cachetazo para todos, hace que el dolor sea más grande y nos llegue incluso a los que no habíamos cruzado palabra con él.
Ya había sucedido algo similar con la muerte de Favio Badillo hace algunas semanas.
Esta vez ocurrió con el joven surgido en Centro Español que también había pasado por Cipo y que estaba haciendo su camino Federal en Villa Congreso.
Nunca está demás decir que la ausencia para siempre de alguien es irreparable. Nada de lo que se pueda decir o hacer podrá devolverle algo a los más cercanos al pibe.

Pero durante estos días, entre una reflexión y otra, este tipo de golpes nos permite sacar ciertas conclusiones respecto de la realidad cotidiana que vivimos. ¿Cuántas veces vamos atrás de un resultado, de una jugada o de un conflicto banal?
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Luego de una pérdida como esta hay dos caminos: caernos a pedazos o levantarnos y aprender.
Los golpes más duros son los que ponen las cosas en perspectiva y le dan valor a lo que realmente lo tiene.
Con el Ruso nos une un deporte. Y es en honor a esa pasión que lo mejor que podemos hacer es disfrutarla, llevarla con orgullo y dignidad. Cada uno desde su lugar-jugador, DT, hincha, árbitro, periodista- tiene la responsabilidad de vivirla con intensidad e integridad. Es la mejor forma de recordarlo. El tiempo no enseña a olvidar, sino a convivir con la cicatriz. Hasta siempre, Ruso.

Facundo Rumene, periodista.

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